jueves, 2 de diciembre de 2010

EL CISNE DE PESARO

Si hay un compositor que encarne el espíritu alegre, triunfal y satisfecho de la vida de la ópera decimonónica, es sin dudas este precursor de Verdi que naciera en el día extra de un año bisiesto, el  29 de febrero de 1792 en Pésaro, hijo de músicos de una compañía de teatro itinerante y que fuera bautizado como Giovacchino Antonio Rossini, aunque luego él prefiriera la grafía Gioacchino o Gioachino, firmando simplemente como G. Rossini
Singular figura en la historia de la música, donde a menudo encontramos artistas que deben vencer la oposición familiar ante su decisión de dedicarse al arte, o los casos de seguidillas de fracasos hasta que el éxito y el reconocimiento  llegan casi en la vejez o de manera póstuma.
La vida de Rossini es un caso de triunfos en plena juventud, consideremos tan sólo que a los veinticinco años ya había escrito sus dos obras maestras en el género bufo: “El barbero de Sevilla” (1816) y La Cenerentola (1817)
La infancia de Gioachino fue en cierto modo descuidada, pasaba mucho tiempo en Bolonia,  en casa de un amigo  de sus padres, ya que éstos, debido a las giras de la compañía de ópera en la que ambos trabajaban (el padre, Giuseppe, apodado “el vivaz”, tocaba el corno en la orquesta y la madre, Anna Guidarini, era cantante)  estaban poco y nada en su hogar.  Este salchichero boloñés al cual le fue confiado el pequeño durante los largos y frecuentes viajes de sus padres, al ver la iniciativa del  muchacho hacia las artes musicales apoyó sus estudios y se cuenta que a los doce años Gioachino ya trabajaba en teatros de la ciudad como cantante e instrumentista, aunque desde los seis tocaba en la pequeña banda municipal después de las lecciones básicas que le diera su padre. Aprendió a tocar la espineta con el vinatero Giuseppe Prinetti; posteriormente estudió con el canónigo Giuseppe Malerbi, en cuya biblioteca leyó las partituras de grandes compositores del pasado. En Bolonia, tuvo por primer profesor a Angelo Tesei e ingresó en el prestigioso Liceo musical, bajo la tutela del sacerdote Stanislao Mattei, ganando un premio por una cantata a los dieciséis años de edad.
Apenas con dieciocho años logra estrenar su primera ópera, en Venecia, en el teatro San Samuele, titulada “La cambiale di matrimonio”; en ella es innegable la influencia de Cimarosa. Es tal el éxito que obtiene con su primera creación, que inmediatamente le encargan otras composiciones y en el lapso de cinco años escribe nada menos que ocho óperas, entre ellas “L´ocassione fa il ladro” , “Il signor Bruschino”, “Tancredi”, y en 1813 llega la deliciosa comedia “L´ italiana in Algeri” que le otorga una consagración definitiva y despierta el interés del más famoso empresario de la época , Domenico Barbaia, singular personaje nacido en Milán que comenzó como camarero en un café y empezó a hacer fortuna creando ( o  adjudicándose el crédito de haber creado ) un café especial que probablemente fuera el primer capuccino ; esta bebida y una variación de la misma con chocolate caliente, le permitieron abrir una cadena de cafés por toda la ciudad, consolidando así una verdadera fortuna que acrecentó notablemente en la época de las guerras napoleónicas cuando se dedicó a comprar y vender municiones. Para el año 1809 asumió el control del Teatro San Carlo de Nápoles y fue allí donde le ofreció al joven Rossini un contrato por siete temporadas en las cuales tenía la obligación de componer diez óperas. Esta etapa napolitana es la más fecunda en la vida del músico, allí lo primero que escribe es “Elisabetta, regina d´Inghilterra” en 1815, seguida de “Torvaldo d´Orliska”, “ Otello” “La gazzetta”  en 1816, “Adelaida di Borgogna” , “La gazza ladra” y “Armida” en 1817 , “Moisés en Egipto”“Ricciardo e Zoraida” en 1818, “La donna del lago” y “Ermione” en  1819 , “ Maometto secondo” en 1820, “Matilde di Shabrán” en 1821, además de las dos óperas bufas que citamos al comienzo (“El Barbero” y “La Cenerentola) que le dieron renombre universal.
Muchos de los roles protagónicos de estas obras fueron escritos para una extraordinaria mezzosoprano  española dueña de una voz muy particular, elogiada por su gran potencia y unidad de registros, y que tenía la rara habilidad de cantar roles de diferente tessitura, de mezzosoprano grave a soprano aguda de coloratura. Se llamaba Isabel Colbrán , debutó en París en 1801 y cantó en La Scala de Milán en 1807. En 1811 fue contratada para el Teatro San Carlo de Nápoles por el empresario  Barbaia, quien se convirtió en su amante. En el mejor momento de su carrera entró en colaboración con Rossini, quien compuso para ella el rol titular de su primera obra napolitana: “Elisabetta, regina d´Inghilterra”.
  En 1815 Isabella  abandonó a Barbaia para irse a vivir con Rossini, comenzando una relación que al principio fue tormentosa y secreta, ya sea por la diferencia de edades (Gioachino tenía 23 años, Isabella 30) como por el hecho de que Barbaia fuera el amante de la cantante. De cualquier modo,  la estrecha colaboración musical entre Isabella y el compositor , que además de estar perdidamente enamorado de ella la admiraba profundamente y la consideraba su musa , hizo surgir de la pluma de Rossini diversos roles escritos especialmente para ella,  como la Desdémona de “Otello” , Lisetta en “La gazzetta” , el protagónico de “Armida” , Elcia en “Moisés en Egipto”, Zoraide de “Ricciardo e Zoraide”, el titular de “Ermione” , Elena en “La donna del lago”, Anna en “Maometto Secondo” (1820) .
En 1821 Isabella y Gioachino dejan Nápoles y se instalan en Londres y un año después contraen matrimonio. Dos roles más escribió Rossini para la Colbrán: “Zelmira” en 1822 y “Semiramide” en 1823.
Singular destino el de esta ópera que por los musicólogos es considerada como la cumbre del romanticismo rossiniano, pero que ha sido totalmente olvidada por el público y la crítica desde su fracasado estreno en La Fenice. Luigi Rognoni, uno de los más importantes estudiosos de la obra de Rossini, define a “Semiramide” como el “fin de un capítulo” en la historia del género y dice de ella que “es un puente entre Gluck y la gran ópera romántica por un lado, y entre Mozart y el drama de Verdi por otro”.
No es el único caso entre las obras de Rossini que han sido olvidadas. El maestro consideraba que la posteridad lo recordaría por su “Otello”, pero la ópera de Verdi sobre el mismo tema la eclipsó totalmente.
Luego del exitoso viaje a Londres Rossini y la Colbrán se instalan en París y compone la cantata profana “Il viaggio a Reims” en 1825, para la coronación de Carlos X, se dedica a la dirección del Théàtre-Italien y además de ser nombrado compositor del rey recibe el cargo de inspector general del canto hasta la revolución de 1830, pero siente que aún le falta algo para coronar su producción y compone con gran trabajo su extraordinaria ópera “Guillermo Tell” en 1829, obra maestra que fue recibida con indiferencia por un público que prefería las hoy olvidadas producciones de Meyerbeer o de Auber.
En los próximos veinticinco años Rossini no escribió absolutamente nada , en 1855 se dedicó a pequeñas piezas humorísticas para piano y sólo en 1863 presentó una obra mayor, la “Petite Messe Solennelle”  .



Pero en los cuarenta años que median entre “GuillermoTell” y su muerte jamás volvió a intentar escribir una ópera. Los motivos profundos de esta decisión no están claros, algunos de sus biógrafos lo atribuyen al fracaso de su última obra; otros opinan que con la lucidez que lo caracterizaba tal vez Rossini comprendiera que no podía ir más allá en el género, o que incluso se había desinteresado de él.
Pero su vida de ninguna manera se volvió inactiva: entre 1837 y 1845 regresa a su Bolonia natal, allí muere Isabella el 7  de octubre de 1845, de quien estaba formalmente separado hacía ya un tiempo, y dos años después el músico se casa con la actriz y modelo de pintores Olympe Péllisier, figura notable en la sociedad de París, admirada por el Conde de Girardin, manejando salones atendidos por el Barón Schikler, y que en 1830 mantuvo un romance con Honoré de Balzac. Ella y Rossini se conocieron alrededor de 1830  y Olympe comenzó a cocinar para él y a manejar sus asuntos de negocios, y se casaron después de la muerte de Isabella instalándose en Florencia por unos años y regresando a París en 1855 para vivir en el número 2 de la Rue de Chaussé d´Antin y luego en una señorial villa en el suburbio de Passy.
 Es en este aristocrático lugar donde transcurren los últimos trece años de la vida del músico, ocupados por el amor, la amistad, el ocio, la fama, y los célebres festines que ofrecía para su selecto grupo de amistades en los cuales a menudo se servían platos preparados personalmente por Rossini, que había descubierto el placer de la gastronomía ( ¿quién puede dejar de asociarlo a la receta de sus tournedos y sus célebres canelones?) . En estas reuniones podía verse con frecuencia a Richard Wagner, Clara Schumann y Adelina Patti, prototipo de la diva de quien el anecdotario cuenta que sus admiradores solían tirar ellos mismos de su  carruaje por toda la ciudad tras sus representaciones en los teatros , y dueña de la colección de joyas más grande en Europa después de la Reina Victoria , las cuales solía usar en sus representaciones, fuera encarnando a reinas o humildes campesinas.



Pocos meses antes de cumplir 77 años,  Rossini falleció en su residencia de Passy el 13 de noviembre de 1868. Las dieciséis principales estrellas del bel canto entonaron la plegaria de su ópera “Moisés” en la iglesia de la Trinidad , y fue enterrado en el parisino cementerio del Père-Lachaise. Sus restos fueron trasladados en 1887 a Florencia, donde descansa en la Basílica de la Santa Croce, junto Galileo Galilei, Dante y Miguel Ángel. Dejó un legado monetario realmente considerable, del que destinó fondos para la creación de un asilo para músicos retirados (existente aún hoy) y otras obras de beneficencia.  Verdi convocó a los mejores compositores italianos a componer una misa de Réquiem en honor del Cisne de Pésaro. Dadas las circunstancias políticas adversas, no se estrenó esa obra y Verdi usó su contribución, el “Libera me”, en su propio Requiem dedicado a Alessandro Manzoni .
Tal vez la verdadera razón del retiro de Rossini pudo residir en su convicción de ser el mejor músico de su tiempo y la seguridad económica que le preservaba de los riesgos o la humillación de adaptarse a los gustos mayoritarios de la época. Por otra parte, para los años en que culmina su etapa creativa no sólo no tiene rivales italianos sino que como ha escrito De Candé:  “Schubert ha muerto sin darse a conocer fuera de Viena, Von Weber es demasiado alemán para poder exportarlo, Berlioz es un joven atolondrado y Chopin, Schumann, Liszt y Wagner todavía son principiantes”

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