A
finales del siglo XIX, la moral victoriana por un lado, y la moral ortodoxa
católica por otro, habían logrado influir en todas las disciplinas artísticas
en Europa y en gran parte del continente americano. En cualquier campo de
inspiración y producción artística se evidenciaba un esfuerzo por conformar
aquello que se iba a presentar en público (desde una pintura hasta una novela o
una ópera) dentro de los cánones morales y de las buenas costumbres. Por
supuesto, uno de los aspectos más sujetos a dicha disciplina era el rol de la
mujer.
A pesar
de cierto avance en la libertad y los derechos civiles de la mujer, ésta seguía
siendo colocada en segundo lugar: cuando su papel no era meramente doméstico
(madre, esposa, hija) normalmente era la víctima, ya fuera de un malhechor o de
un hombre cínico y cruel.
La
personalidad de tales heroínas casi nunca se alejaba del rol tradicional de la
mujer, sufrían de una manera u otra y su única felicidad consistía en disfrutar
un amor romántico en algún momento de su vida.
Resulta,
sin embargo, que toda forma de arte es siempre, de un modo u otro, reflejo de
la realidad social en que nace y se desenvuelve el artista mismo y por lo tanto
un análisis de la sociedad del siglo XIX revelará , quiérase o no, que en esa
época ése era el rol jugado por la mujer en su vida diaria, y que además dichas
mujeres eran las madres, esposas e hijas de los hombres artistas, los cuales
tenían que reflejar de alguna manera su conformidad o inconformidad con el
papel representado por la mujeres en sus vidas.
Giacomo
Puccini es un fiel representante de lo anteriormente expuesto. Nadie como él
para representar, a veces de un modo consciente, a veces inconscientemente, a
la mujer. Puccini escribe su música para la mujer, sus personajes principales son
mujeres, sus tragedias giran alrededor de una mujer y su tragedia particular, de
la cual es culpable (en gran parte) la sociedad entera.
Ahora
bien, al analizar la obra de Puccini vamos encontrando que el fenómeno de
escribir centrado en la mujer es más inconsciente que consciente: la imagen de
la madre, de la mujer tierna, cariñosa, dadivosa, que entiende y practica el
amor como desprendimiento de sí misma, está siempre contrapuesto tanto a los
hombres egoístas y agnósticos como a las mujeres duras, crueles y calculadoras.
De aquí que Puccini no se aleje verdaderamente del mencionado papel de mujeres
víctimas y que las mujeres en sus óperas no sean las heroínas que incitan o
provocan acciones, sino más bien que las
reciben o se ven trágicamente afectadas por ellas.
La
víctima, a nivel artístico, tiene como
fin el despertar la compasión, el “pathos ” dramático. La inclusión del
espectador dentro de la obra se logra a
través de tal identificación. La víctima en una obra de teatro/ ópera,
inequívocamente representa a algo o alguien concreto en el inconsciente del
autor.
En el
caso de Puccini se sabe muy poco de su madre y de su relación con ella, pero
sabemos mucho sobre dos hechos importantes que afectaron y marcaron su vida
sentimental: su tormentoso matrimonio con una mujer y su secreto amor por otra.
La terrible historia de Doria Manfredi y Elvira Puccini (que desemboca en el
trágico desenlace del suicidio de Doria , en enero de 1909) afectó en gran
manera la vida psíquica del compositor, confirmando sus concepciones sobre la
mujer y la vida sentimental, y en las obras posteriores a este episodio son el
fiel y claro reflejo de sus conceptos del amor, la esperanza y la felicidad.
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cartel original de la ópera "Tosca" |
En las
obras anteriores al escándalo de 1909, Puccini ya había desafiado y
escandalizado a la sociedad con temas que la gente sabía que eran comunes, pero
que se negaba a aceptar en una obra de arte. Por ejemplo, una mujer en cierta
forma bastante liberada, que se mantiene con su propio trabajo, que tiene un
amante con conocimiento público, pero que va a la iglesia y vive una vida
normal, siendo al mismo tiempo una cantante famosa : es el caso de Floria Tosca
, una mujer alejada del rol tradicional y aceptable de la época victoriana,
pero inteligente y romántica a la vez.
Madama Butterfly
llega a ser, posteriormente, la víctima “clásica”, inocente, confiada y
sentimental, engañada por fuerzas superiores a ella misma : una familia
tradicionalista, los hombres cínicos, las falsas ilusiones.
Manon
Lescaut paga con su vida el ser fiel a sus sentimientos y amar en forma libre y
alejada de la moral ortodoxa, al igual que la tierna Mimí de “La Bohéme”.
En
todas estas obras los hombres ocupan un rol secundario : aunque tengan grandes
arias y sean muy importantes musicalmente, dramáticamente no lo son ya que
estas óperas giran alrededor del personaje femenino y los hombres son sólo
agentes dramáticos que promueven o suscitan la acción con sus hechos y
palabras, y no son elementos del “pathos” total.
En las
obras posteriores al escándalo de 1909, ya es notorio que las
“mujeres-víctimas” tienen una antagonista (al igual que Doria, en su inocencia,
tuvo una implacable Elvira que la persiguió hasta su muerte violenta)
Minnie
( “La Fanciulla
del West”) lucha por sobrevivir en un mundo de hombres y debe recurrir a la
astucia para proteger lo que ama.
En las
obras que integran el tríptico encontramos a una esposa que recurre a la
infidelidad para encontrar un poco de dulzura y poder sobrellevar la vida sin
esperanza de su sórdido mundo , y a una joven aristócrata empujada al convento
por la hipocresía de la sociedad que no admite que haya tenido un hijo
ilegítimo; en esta opera la figura antagónica es la de una cruel tía que se
corresponde absolutamente con el modelo victoriano , para ella los convencionalismos
son más importantes que los sentimientos puros y grandes de una joven madre.
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Representación de Turandot en el Luna Park de la ciudad de Buenos Aires en 2006 |
Pero el
reflejo recíproco entre el arte y la vida real llega a su máxima revelación
artística en “Turandot”, la obra póstuma e inconclusa de Puccini, que fue
escrita claramente con una doble intención : por un lado, un objetivo
consciente de lograr un gran avance en la música de principios del siglo XX,
con una obra verdaderamente revolucionaria que incorpora técnicas y formas de
la música oriental dentro de la tradición operística italiana, una orquestación
grandiosa con reminiscencias wagneriana y pinceladas claramente impresionistas
, y el manejo magistral de coros que al igual que en la tragedia griega
clásica se comportan como un solo
personaje en la ópera, personaje que siente, interpreta y actúa. Por otro lado,
tenemos también el “objetivo inconsciente”, que es reflejar el antagonismo que
lo atormentaba . Liú, una mujer joven, confiada, inocente, generosa, dispuesta
a entregar todo por amor, se ve enfrentada a Turandot, una mujer poderosa
políticamente, dura , convencional, cerrada, para quien las tradiciones , la
moral y sus propios temores son más importantes que el amor sincero, una mujer
que para conseguir la realización de sus propósitos egoístas es capaz de llegar
a cualquier cosa.
La
posición de Liú se ve acentuada por el hombre en su vida, y allí surge Calaf, aparentemente bueno, honrado y
romántico, pero egoísta al fin, buscando el logro de sus objetivos aunque para
ello tenga que aplastar ( tal vez sin saberlo) los sentimientos sinceros y
sobre todo el que Puccini considera el más grande de todos : la esperanza.
Esta
esperanza que ya fue exaltada en “La
Boheme” y que en verdad es el tema central de toda la
producción pucciniana. La esperanza es cantada por sus personajes en las más
célebres arias del repertorio, en “Vissi d´arte” y en “Lucevan le stelle” de “Tosca”, en el
“Nessun dorma” de “Turandot”, hombres y mujeres expresan la esperanza de que
sus sentimientos puedan lograr el triunfo y que el sufrimiento se disipe y ceda
espacio al amor y a la ternura, y así como en “Un bel dí vedremo” la dulce
Butterfly xpresa la esperanza del
regreso de su amado, en “Signore ascolta” encontramos la esperanza de Liú de
ser reconocida por el que ama, y en “Mi chiamano Mimí” la esperanza se
manifiesta como un sentimiento perenne de la llegada de tiempos mejores.
El
inconsciente de Puccini coloca en los escenarios, a través de la voz de Madama
Butterfly, de Liú, de Mimí, de Floria Tosca, el eterno mensaje de que la esperanza del amor
nunca muere
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Pedro Lavirgen y Monserrat Caballé en TURANDOT |