La ópera no especifica de manera muy precisa el período histórico en
que se desarrolla, de manera que es difícil ubicarla de manera precisa
dentro del Reino Antiguo Para la primera representación, Mariette hizo un enorme esfuerzo para
que tanto los escenarios como los trajes parecieran auténticos.
Dada la constancia de los estilos artísticos a lo largo de tres mil
años de historia del Antiguo Egipto, ninguna producción necesita escoger
un período temporal específico dentro del amplio marco de la historia
del Antiguo Egipto.
Aída, una princesa etíope, es capturada y llevada a Egipto como
esclava. Un comandante militar, Radamés, lucha al dividirse entre su
amor por ella y su lealtad al Faraón.
Para complicar la historia aún más, Radamés es objeto del amor de la
hija del Faraón, Amneris, aunque él no corresponde a sus sentimientos.
ACTO I
Escena 1: Un salón en el palacio del Rey; a través de la puerta trasera se ven las pirámides y los templos de Menfis
Ramfis, el sumo sacerdote de Egipto, le dice a Radamés, el joven
guerrero, que la guerra con los etíopes parece inevitable, y Radamés
expresa su esperanza de ser elegido como comandante egipcio. (Ramfis,
Radamés:
Si, corre voce I'Etiope ardisca / "Sí, se rumorea que Etiopía se atreve de nuevo a desafiar nuestro poder").
Radamés sueña tanto con obtener la victoria en el campo de batalla
como de Aída, la esclava etíope a la que ama en secreto. Canta «"Celeste
Aida")». Se trata de una página en cuyo recitativo «
se quel guerrier io fossi»
oímos al militar que espera ser designado caudillo de su pueblo en la
guerra contra los etíopes. Luego se expresa el enamorado: la gloria que
anhela le servirá para coronar a Aída y subirla a «un trono junto al
sol». Con estas palabras termina el tenor una difícil aria, que lleva su
voz en tres ocasiones al
si bemol agudo. El hecho de que el último de éstos haya de cantarse
pianíssimo
y recién salido a escena con garganta fría, hace de esta romanza una de
las más temidas por los tenores. De hecho, el famoso tenor francés Roberto Alagna fue abucheado en la Scala de Milán
después de interpretar esta célebre aria.
Aída, que está también en
secreto enamorada de Radamés, es la hija capturada del rey etíope
Amonasro, pero sus captores egipcios no son conscientes de su verdadera
identidad. Su padre ha invadido Egipto para liberarla de la esclavitud.
Amneris, la hija del rey egipcio entra en el salón. Ella también ama a
Radamés, pero teme que su corazón pertenezca a alguien más (Radamés,
Amneris:
Quale insolita gioia nel tuo sguardo / "En tus miradas veo una alegría insólita").
Entonces aparece Aída y, cuando Radamés la ve, Amneris se da cuenta
de que él parece perturbado. Ella sospecha que Aída puede ser su rival,
pero es capaz de esconder sus celos y se acerca a ella (Amneris, Aida,
Radames:
Vieni, o diletta, appressati / "Ven, querida mía, acércate").
El Rey entra, junto con el Sumo Sacerdote, Ramfis, y toda la corte
del palacio. Un mensajero anuncia que los etíopes, liderados por el rey
Amonasro, marchan hacia Tebas.
El Rey declara la guerra y proclama a Radamés para ser el hombre
elegido por la diosa Isis como líder del ejército (El Rey, Mensajero,
Radamés, Aída, Amneris, coro:
Alta cagion v'aduna / "Oh el destino se cierne sobre Egipto"). Al recibir el mandato del Rey, Radamés se encamina al templo de Ptah para tomar las armas sagradas (El Rey, Radamés, Aída, Amneris, coro:
Su! del Nilo al sacro lido / "¡Arriba! Del sagrado río Nilo, guardad las orillas").
Este cuatro finaliza con Aída sola en el salón, cantando
Ritorna vincitor
/ "Regresa vencedor", en la que se siente dividida entre su amor como
hija, la lealtad a su país y el amor por Radamés, haciendo suyas las
palabras con que los egipcios saludan a Radamés, recién nombrado general
del ejército, deseándole la victoria. Ella también quiere el éxito de
su amado y supone, al tiempo, la derrota de su padre Amonasro, rey de
los etíopes. Amor y deber patrio luchan en el corazón generoso de la
angustiada joven, que al final de la página ruega compasión a los dioses
(«
Numi, pietà»).
Escena 2: Dentro del Templo de Ptah
En el templo de Ptah,
en Menfis, los sacerdotes invocan la ayuda de los dioses a través de
solemnes ceremonias y danzas (Suma Sacerdotisa, coro, Radamés:
Possente Ftha...Tu che dal nulla
/ "Oh, todopoderoso Ptah."), a lo que sigue el nombramiento de Radamés
como jefe del ejército. (Suma Sacerdotisa, coro, Radamés:
Immenso Ftha .. Mortal, diletto ai Numi
/ "Oh todopoderoso, ¡cuida y protege!"). Todos los que están presentes
en el templo rezan por la victoria de Egipto y la protección de sus
guerreros (
Nume, custode e vindice/ "Escúchanos, oh deidad guardiana").
ACTO II
Escena 1: sala privada de Amneris
Se desarrollan danzas y música para celebrar la victoria de Radamés (Coro, Amneris:
Chi mai fra gli inni e i plausi
/ "Nuestras canciones alaban su gloria"'). Sin embargo, Amneris aún
duda sobre el amor de Radamés y se pregunta si Aída está enamorada del
joven guerrero. Intenta olvidar sus dudas, entreteniendo su corazón
preocupado con la danza de esclavas moras (Coros, Amneris:
Vieni: sul crin ti piovano / "Venid, vosotras de mechones largos y sueltos").
Cuando Aída entra en la cámara, Amneris pide que todo el mundo se
marche. Se produce el enfrentamiento entre Aída y Amneris: la princesa
egipcia interroga con astucia a la esclava que, involuntariamente,
descubre su amor por Radamés. (Amneris, Aida:
Fu la sorte dell' armi a' tuoi funesta
/ "El resultado de la batalla fue cruel para tu pueblo..."). El
contraste entre las tesituras de las dos voces (soprano y mezzosoprano),
la sutilezas de la orquestación y el empleo de los temas musicales
asociados a los dos personajes son elementos manejados por Verdi de modo admirable. :
En la sorte dell'armi [La suerte de las armas]
Amore! Amore!; E vero, io l'amo; Alla pompa; Numi, pietà [¡Amor, amor!; Es cierto, lo amo; A la pompa; Dioses, piedad].
Esta confesión encoleriza a Amneris, quien se revela como su rival y
planea vengarse de Aída. Ignorando las peticiones de Aída, (Amneris,
Aida, coro:
Su! del Nilo al sacro lido / "¡Arriba! en las orillas sagradas del Nilo") Amneris la deja a solas en la cámara.
Escena 2: La gran puerta de la ciudad de Tebas
Radamés regresa victorioso y las tropas marchan
dentro de la ciudad. Se desarrolla una escena de enorme
espectacularidad que sirve de justificación a colosales montajes. El
coro inicial (
Gloria all'Egitto, ad Iside / "Gloria a Egipto, ¡a Isis!") fue adoptado por el jedive que encargó la ópera a Verdi como himno nacional, y se ha convertido en uno de los pasajes corales más representativos de la época.
El rey de Egipto decreta que en este día el triunfante Radamés puede
tener lo que desee. Los cautivos etíopes están reunidos y Amonasro
aparece entre ellos. Aída inmediatamente se aproxima a su padre, pero
sus verdaderas identidades aún son desconocidas para los egipciones,
excepto por el hecho de que son padre e hija. Amonasro declara que el
rey etíope (él mismo) ha resultado muerto en la batalla. Aída, Amonasro y
los etíopes capturados ruegan al rey egipcio que se apiade de ellos,
pero los egipcios piden su muerte (Aída, Amneris, Radamés, el Rey,
Amonasro, coro:
Che veggo! .. Egli? .. Mio padre! .. Anch'io pugnai / "¿Qué veo?.. ¿Es él? ¿Mi padre?").
Como recompensa por parte del rey, Ramadés le ruega que no mate a los
prisioneros y los libere. Agradecido, el rey de Egipto declara que
Radamés será su sucesor y el prometido de su hija (Aída, Amneris,
Radamés, el Rey, Amonasro, coro:
O Re: pei sacri Numi! .. Gloria all'Egitto
/ "Oh Rey, por los dioses sagrados..."). Aída y Amonasro permanecen
como rehenes para asegurar que los etíopes no se vengarán de su derrota.
ACTO III
Entrada del templo de Isis junto al Nilo
Se dicen oraciones (Coro, Ramfis, Amneris:
O tu che sei d'Osiride
/ "Oh tú que perteneces a Osiris...") en la víspera del matrimonio
entre Amneris y Radamés en el Templo de Isis. Fuera, Aída espera
encontrarse con Radamés tal como habían planeado (Aída:
Qui Radames verra .. O patria mia
/ "Oh, ¡mi amada patria!"), en la que la joven recuerda su tierra
natal, que nunca volverá a ver. Esta romanza no figuraba en el estreno
de El Cairo y Verdi la escribió para la soprano Teresa Stolz.
La inspiración de Verdi
y su talento como orquestador y dramaturgo alcanzan en el acto tercero
un punto culminante. Casi todo el acto está dominado por Aída, casi
omnipresente, lo que plantea a su intérprete un arduo problema: dos
espléndidos y largos dúos —con su padre primero y con Radamés después—
someten a durísima prueba su capacidad musical y su preparación técnica.
Amonasro aparece y obliga a Aída a que averigüe a través de Radamés dónde se encuentra el ejército egipcio (Aída, Amonasro:
Ciel, mio padre! .. Rivedrai le foreste imbalsamate
/ "¡Cielo, padre mío!... De nuevo tienes que ver."). Cuando él llega,
Amonasro se esconde detrás de una roca y escucha su conversación.
Radamés confirma que Aída es la persona con la que se casará (
Pur ti riveggo, mio dolce Aida .. Nel fiero anelito;
Fuggiam gli ardori inospiti .. La, tra foreste vergini / "Te veo de nuevo, ¡mi dulce Aída!"), y Aída lo convence para huir al desierto con ella.
Para que sea más fácil escapar, Radamés propone que usen una ruta
segura sin ningún temor a ser descubiertos y también revela el lugar
donde su ejército ha decidido atacar. Al oír esto, Amonasro sale de su
escondite y revela su identidad. Radamés se siente deshonrado. Al mismo
tiempo Amneris y Ramfis dejan el templo y, al ver a Radamés con su
enemigo, llama a los guardias. Amonasro y Aida intentan convencer a
Radamés de que se escape con ellos, pero él lo rechaza y se rinde a los
guardias imperiales.
ACTO IV
Escena 1: Salón en el Templo de la Justicia. A un lado está la puerta que lleva a la celda de la prisión de Radamés.
Destaca la gran escena de Amneris, empieza con ella cantando sola (
L'aborrita rivale a me sfuggia
/ "Mi odiada rival se ha escapado") desea salvar a Radamés. Dice que se
lo lleven y entonces sigue la escena con ella y Radamés. Le pide a
Radamés que niegue las acusaciones, pero Radamés lo rechaza. El joven,
traidor involuntario a su patria y sin posibilidad de recuperar a Aída
sólo desea morir. Seguro de que, como castigo, será condenado a muerte,
Amneris le pide que se defienda, pero Radamés lo rechaza firmemente. Él
se siente aliviado al saber que Aída aún está viva y confía en que ella
haya llegado a su propio país (Amneris, Radamés:
Gia i Sacerdoti adunasi / "Ya los sacerdotes se están reuniendo"). Amneris se siente herida por su decisión.
Sigue el juicio de Radamés, que tiene lugar fuera del escenario; él
no responde a las acusaciones de Ramfis y es condenado, mientras
Amneris, que continúa en escena, ruega a los sacerdotes que muestren su
piedad. Lo sentencian a morir enterrado vivo, y entonces Amneris llama a
los sacerdotes de Isis «tigres sedientos de sangre» (Escena del juicio,
Amneris, Ramfis y coro:
Ahime! .. morir mi sento / "Ay... Siento la muerte").
Escena 2: La porción inferior de la etapa muestra el subterráneo en
el Templo de Ptah; la porción superior muestra el primer piso del
templo.
Radamés ha sido llevado al subterráneo del templo y sellado en una oscura bóveda, está enterrado vivo
Cree que está solo y confía en que
Aída esté en un lugar más seguro. Pero oye un suspiro y descubre en la
tumba a su amada, quien se ha escondido en la bóveda para morir con
Radamés (Radamés y Aída:
La fatal pietra sovra me si chiuse. / "La piedra fatal ahora se cierra sobre mí.") Aceptan su terrible destino, unen sus voces en el célebre «
O terra, addio» (Radamés:
Morir! Si pura e bella / "¡Morir! ¡Tan pura y bella!") y se despiden de la tierra y sus penas.
Por encima de la bóveda en el templo de Ptah, Amneris, impotente y profundamente dolorida, implora a Isis
para que su adorado Radamés pueda descansar en paz, ignorando que en su
tumba Aída lo acompañará eternamente. En el subterráneo, Aída muere en
los brazos de Radamés. (Coro, Aída, Radamés, Amneris:
Immenso Ftha / "Todopoderoso Ptah.")