domingo, 16 de noviembre de 2014

AÍDA en Olivos

ópera de Giuseppe Verdi

miércoles 19 de noviembre 
19 horas

Honorable Concejo Deliberante
de Vicente López

Av. Maipú 2502

Entrada libre y gratuita

Argumento de AÍDA


La ópera no especifica de manera muy precisa el período histórico en que se desarrolla, de manera que es difícil ubicarla de manera precisa dentro del Reino Antiguo Para la primera representación, Mariette hizo un enorme esfuerzo para que tanto los escenarios como los trajes parecieran auténticos. Dada la constancia de los estilos artísticos a lo largo de tres mil años de historia del Antiguo Egipto, ninguna producción necesita escoger un período temporal específico dentro del amplio marco de la historia del Antiguo Egipto.



Aída, una princesa etíope, es capturada y llevada a Egipto como esclava. Un comandante militar, Radamés, lucha al dividirse entre su amor por ella y su lealtad al Faraón. Para complicar la historia aún más, Radamés es objeto del amor de la hija del Faraón, Amneris, aunque él no corresponde a sus sentimientos.

 
ACTO I

Escena 1: Un salón en el palacio del Rey; a través de la puerta trasera se ven las pirámides y los templos de Menfis
Ramfis, el sumo sacerdote de Egipto, le dice a Radamés, el joven guerrero, que la guerra con los etíopes parece inevitable, y Radamés expresa su esperanza de ser elegido como comandante egipcio. (Ramfis, Radamés: Si, corre voce I'Etiope ardisca / "Sí, se rumorea que Etiopía se atreve de nuevo a desafiar nuestro poder").
Radamés sueña tanto con obtener la victoria en el campo de batalla como de Aída, la esclava etíope a la que ama en secreto. Canta «"Celeste Aida")». Se trata de una página en cuyo recitativo «se quel guerrier io fossi» oímos al militar que espera ser designado caudillo de su pueblo en la guerra contra los etíopes. Luego se expresa el enamorado: la gloria que anhela le servirá para coronar a Aída y subirla a «un trono junto al sol». Con estas palabras termina el tenor una difícil aria, que lleva su voz en tres ocasiones al si bemol agudo. El hecho de que el último de éstos haya de cantarse pianíssimo y recién salido a escena con garganta fría, hace de esta romanza una de las más temidas por los tenores. De hecho, el famoso tenor francés Roberto Alagna fue abucheado en la Scala de Milán después de interpretar esta célebre aria.

Aída, que está también en secreto enamorada de Radamés, es la hija capturada del rey etíope Amonasro, pero sus captores egipcios no son conscientes de su verdadera identidad. Su padre ha invadido Egipto para liberarla de la esclavitud.
Amneris, la hija del rey egipcio entra en el salón. Ella también ama a Radamés, pero teme que su corazón pertenezca a alguien más (Radamés, Amneris: Quale insolita gioia nel tuo sguardo / "En tus miradas veo una alegría insólita").
Entonces aparece Aída y, cuando Radamés la ve, Amneris se da cuenta de que él parece perturbado. Ella sospecha que Aída puede ser su rival, pero es capaz de esconder sus celos y se acerca a ella (Amneris, Aida, Radames: Vieni, o diletta, appressati / "Ven, querida mía, acércate").
El Rey entra, junto con el Sumo Sacerdote, Ramfis, y toda la corte del palacio. Un mensajero anuncia que los etíopes, liderados por el rey Amonasro, marchan hacia Tebas. El Rey declara la guerra y proclama a Radamés para ser el hombre elegido por la diosa Isis como líder del ejército (El Rey, Mensajero, Radamés, Aída, Amneris, coro: Alta cagion v'aduna / "Oh el destino se cierne sobre Egipto"). Al recibir el mandato del Rey, Radamés se encamina al templo de Ptah para tomar las armas sagradas (El Rey, Radamés, Aída, Amneris, coro: Su! del Nilo al sacro lido / "¡Arriba! Del sagrado río Nilo, guardad las orillas").
Este cuatro finaliza con Aída sola en el salón, cantando Ritorna vincitor / "Regresa vencedor", en la que se siente dividida entre su amor como hija, la lealtad a su país y el amor por Radamés, haciendo suyas las palabras con que los egipcios saludan a Radamés, recién nombrado general del ejército, deseándole la victoria. Ella también quiere el éxito de su amado y supone, al tiempo, la derrota de su padre Amonasro, rey de los etíopes. Amor y deber patrio luchan en el corazón generoso de la angustiada joven, que al final de la página ruega compasión a los dioses («Numi, pietà»).

Escena 2: Dentro del Templo de Ptah
En el templo de Ptah, en Menfis, los sacerdotes invocan la ayuda de los dioses a través de solemnes ceremonias y danzas (Suma Sacerdotisa, coro, Radamés: Possente Ftha...Tu che dal nulla / "Oh, todopoderoso Ptah."), a lo que sigue el nombramiento de Radamés como jefe del ejército. (Suma Sacerdotisa, coro, Radamés: Immenso Ftha .. Mortal, diletto ai Numi / "Oh todopoderoso, ¡cuida y protege!"). Todos los que están presentes en el templo rezan por la victoria de Egipto y la protección de sus guerreros (Nume, custode e vindice/ "Escúchanos, oh deidad guardiana").


ACTO II

Escena 1: sala privada de Amneris
Se desarrollan danzas y música para celebrar la victoria de Radamés (Coro, Amneris: Chi mai fra gli inni e i plausi / "Nuestras canciones alaban su gloria"'). Sin embargo, Amneris aún duda sobre el amor de Radamés y se pregunta si Aída está enamorada del joven guerrero. Intenta olvidar sus dudas, entreteniendo su corazón preocupado con la danza de esclavas moras (Coros, Amneris: Vieni: sul crin ti piovano / "Venid, vosotras de mechones largos y sueltos").
Cuando Aída entra en la cámara, Amneris pide que todo el mundo se marche. Se produce el enfrentamiento entre Aída y Amneris: la princesa egipcia interroga con astucia a la esclava que, involuntariamente, descubre su amor por Radamés. (Amneris, Aida: Fu la sorte dell' armi a' tuoi funesta / "El resultado de la batalla fue cruel para tu pueblo..."). El contraste entre las tesituras de las dos voces (soprano y mezzosoprano), la sutilezas de la orquestación y el empleo de los temas musicales asociados a los dos personajes son elementos manejados por Verdi de modo admirable. : En la sorte dell'armi [La suerte de las armas] Amore! Amore!; E vero, io l'amo; Alla pompa; Numi, pietà [¡Amor, amor!; Es cierto, lo amo; A la pompa; Dioses, piedad].
Esta confesión encoleriza a Amneris, quien se revela como su rival y planea vengarse de Aída. Ignorando las peticiones de Aída, (Amneris, Aida, coro: Su! del Nilo al sacro lido / "¡Arriba! en las orillas sagradas del Nilo") Amneris la deja a solas en la cámara.

Escena 2: La gran puerta de la ciudad de Tebas
Radamés regresa victorioso y las tropas marchan dentro de la ciudad. Se desarrolla una escena de enorme espectacularidad que sirve de justificación a colosales montajes. El coro inicial (Gloria all'Egitto, ad Iside / "Gloria a Egipto, ¡a Isis!") fue adoptado por el jedive que encargó la ópera a Verdi como himno nacional, y se ha convertido en uno de los pasajes corales más representativos de la época.
El rey de Egipto decreta que en este día el triunfante Radamés puede tener lo que desee. Los cautivos etíopes están reunidos y Amonasro aparece entre ellos. Aída inmediatamente se aproxima a su padre, pero sus verdaderas identidades aún son desconocidas para los egipciones, excepto por el hecho de que son padre e hija. Amonasro declara que el rey etíope (él mismo) ha resultado muerto en la batalla. Aída, Amonasro y los etíopes capturados ruegan al rey egipcio que se apiade de ellos, pero los egipcios piden su muerte (Aída, Amneris, Radamés, el Rey, Amonasro, coro: Che veggo! .. Egli? .. Mio padre! .. Anch'io pugnai / "¿Qué veo?.. ¿Es él? ¿Mi padre?").
Como recompensa por parte del rey, Ramadés le ruega que no mate a los prisioneros y los libere. Agradecido, el rey de Egipto declara que Radamés será su sucesor y el prometido de su hija (Aída, Amneris, Radamés, el Rey, Amonasro, coro: O Re: pei sacri Numi! .. Gloria all'Egitto / "Oh Rey, por los dioses sagrados..."). Aída y Amonasro permanecen como rehenes para asegurar que los etíopes no se vengarán de su derrota.


ACTO III


Entrada del templo de Isis junto al Nilo
Se dicen oraciones (Coro, Ramfis, Amneris: O tu che sei d'Osiride / "Oh tú que perteneces a Osiris...") en la víspera del matrimonio entre Amneris y Radamés en el Templo de Isis. Fuera, Aída espera encontrarse con Radamés tal como habían planeado (Aída: Qui Radames verra .. O patria mia / "Oh, ¡mi amada patria!"), en la que la joven recuerda su tierra natal, que nunca volverá a ver. Esta romanza no figuraba en el estreno de El Cairo y Verdi la escribió para la soprano Teresa Stolz.
La inspiración de Verdi y su talento como orquestador y dramaturgo alcanzan en el acto tercero un punto culminante. Casi todo el acto está dominado por Aída, casi omnipresente, lo que plantea a su intérprete un arduo problema: dos espléndidos y largos dúos —con su padre primero y con Radamés después— someten a durísima prueba su capacidad musical y su preparación técnica.
Amonasro aparece y obliga a Aída a que averigüe a través de Radamés dónde se encuentra el ejército egipcio (Aída, Amonasro: Ciel, mio padre! .. Rivedrai le foreste imbalsamate / "¡Cielo, padre mío!... De nuevo tienes que ver."). Cuando él llega, Amonasro se esconde detrás de una roca y escucha su conversación.
Radamés confirma que Aída es la persona con la que se casará (Pur ti riveggo, mio dolce Aida .. Nel fiero anelito; Fuggiam gli ardori inospiti .. La, tra foreste vergini / "Te veo de nuevo, ¡mi dulce Aída!"), y Aída lo convence para huir al desierto con ella.
Para que sea más fácil escapar, Radamés propone que usen una ruta segura sin ningún temor a ser descubiertos y también revela el lugar donde su ejército ha decidido atacar. Al oír esto, Amonasro sale de su escondite y revela su identidad. Radamés se siente deshonrado. Al mismo tiempo Amneris y Ramfis dejan el templo y, al ver a Radamés con su enemigo, llama a los guardias. Amonasro y Aida intentan convencer a Radamés de que se escape con ellos, pero él lo rechaza y se rinde a los guardias imperiales.

ACTO IV

 Escena 1: Salón en el Templo de la Justicia. A un lado está la puerta que lleva a la celda de la prisión de Radamés.

Destaca la gran escena de Amneris, empieza con ella cantando sola (L'aborrita rivale a me sfuggia / "Mi odiada rival se ha escapado") desea salvar a Radamés. Dice que se lo lleven y entonces sigue la escena con ella y Radamés. Le pide a Radamés que niegue las acusaciones, pero Radamés lo rechaza. El joven, traidor involuntario a su patria y sin posibilidad de recuperar a Aída sólo desea morir. Seguro de que, como castigo, será condenado a muerte, Amneris le pide que se defienda, pero Radamés lo rechaza firmemente. Él se siente aliviado al saber que Aída aún está viva y confía en que ella haya llegado a su propio país (Amneris, Radamés: Gia i Sacerdoti adunasi / "Ya los sacerdotes se están reuniendo"). Amneris se siente herida por su decisión.
Sigue el juicio de Radamés, que tiene lugar fuera del escenario; él no responde a las acusaciones de Ramfis y es condenado, mientras Amneris, que continúa en escena, ruega a los sacerdotes que muestren su piedad. Lo sentencian a morir enterrado vivo, y entonces Amneris llama a los sacerdotes de Isis «tigres sedientos de sangre» (Escena del juicio, Amneris, Ramfis y coro: Ahime! .. morir mi sento / "Ay... Siento la muerte").

 Escena 2: La porción inferior de la etapa muestra el subterráneo en el Templo de Ptah; la porción superior muestra el primer piso del templo.

Radamés ha sido llevado al subterráneo del templo y sellado en una oscura bóveda, está enterrado vivo
Cree que está solo y confía en que Aída esté en un lugar más seguro. Pero oye un suspiro y descubre en la tumba a su amada, quien se ha escondido en la bóveda para morir con Radamés (Radamés y Aída: La fatal pietra sovra me si chiuse. / "La piedra fatal ahora se cierra sobre mí.") Aceptan su terrible destino, unen sus voces en el célebre «O terra, addio» (Radamés: Morir! Si pura e bella / "¡Morir! ¡Tan pura y bella!") y se despiden de la tierra y sus penas. Por encima de la bóveda en el templo de Ptah, Amneris, impotente y profundamente dolorida, implora a Isis para que su adorado Radamés pueda descansar en paz, ignorando que en su tumba Aída lo acompañará eternamente. En el subterráneo, Aída muere en los brazos de Radamés. (Coro, Aída, Radamés, Amneris: Immenso Ftha / "Todopoderoso Ptah.")



sábado, 15 de noviembre de 2014

Videos de AÍDA y pistas para ganarse un CD


                                                                       
                                                                    Marcha Triunfal en la
                                                                      Arena de Verona

                                                                  Enrico Caruso canta
                                                                      "Celeste Aída"

                                                                Leontyne Price canta
                                                                       "O Patria mia"

                                                        Jussi Björling y Zinka Milanov
                                                                  " O terra addio"

Una de las más famosas intérpretes de "Aída"  es sin duda Leontyne Price, quien se retiró de los escenarios  cantando  este rol en el Metropolitan de New York.

El regalito de este encuentro será para quien traiga escrito en una nota el nombre completo de la cantante , el año de su retiro, y  qué acontecimiento hizo que  reapareciera sorpresivamente en el Carnegie Hall

Entre las  respuestas correctas vamos a hacer un sorteo para ver quién se lleva el CD



Aída, un poco sobre su creación

Ismail Pachá, jedive de Egipto, encargó a Verdi una ópera para representarla en enero de 1871, pagándole para ello 150.000 francos,pero el estreno se retrasó debido a la Guerra Franco-Prusiana. Un erudito ha señalado que la idea fue pergeñada por Temistocle Solera y no por Auguste Mariette. El libreto de Metastasio Nitteti (1756) fue una fuente principal de la trama

En contra de la creencia popular, la ópera no se escribió para conmemorar la inauguración del Canal de Suez en 1869, ni tampoco para el Teatro de Ópera del Jedive (que se abrió con el Rigoletto de Verdi) en el mismo año. A Verdi le pidieron componer una oda para la apertura del Canal, pero declinó la petición arguyendo que no escribía "piezas ocasionales", pero comenzó a barajar la idea de componer una ópera. Pachá intentó convencer nuevamente a Verdi, e incluso a Gounod o Wagner, abriendo la posibilidad de componer una ópera. Cuando Verdi leyó el argumento escrito por Auguste Mariette lo consideró como una buena opción y finalmente aceptó el encargo el 2 de junio de 1870.
Verdi originalmente eligió no escribir una obertura para la ópera, sino meramente un breve preludio orquestal. Luego compuso una obertura de la variedad popurrí para reemplazar al preludio original. Sin embargo, al final decidió que no se interpretara la obertura debido a su -en sus propias palabras- "insipidez pretenciosa". Esta obertura, que no se usa normalmente hoy, se ofreció en una insólita interpretación por Arturo Toscanini y la Orquesta Sinfónica de la NBC el 30 de marzo de 1940, que nunca se lanzó comercialmente.
Aida tuvo gran éxito cuando finalmente se estrenó en El Cairo el 24 de diciembre de 1871. Verdi se acercó al género de la Grand Opéra, creando una obra espectacular, de gran despliegue escénico (grandes coros y escenas, efectos especiales). La representación fue grandiosa. El vestuario, los accesorios y el escenario para el estreno fueron diseñados por Auguste Mariette. La corona que ceñía Amneris era de oro macizo y las armas de Radamés de plata. Fueron sus protagonistas la soprano Antonietta Pozzoni (Aída), el tenor Pietro Mongini (Radamés), la mezzosoprano Eleonora Grossi (Amneris) y el barítono Francesco Steller (Amonasro) entre otros. Verdi había escrito el papel de Aida para la voz de Teresa Stolz, quien lo cantó por vez primera en el estreno milanés. Verdi había pedido al prometido de Teresa, Angelo Mariani, que dirigiera el estreno en El Cairo, pero él declinó la oferta, de manera que se encargó de ello Giovanni Bottesini. Aunque Verdi no acudió al estreno en El Cairo, estuvo muy insatisfecho con el hecho de que la audiencia estuviera formada por dignatarios, políticos y críticos, pero no miembros del público en general. Por lo tanto consideró el estreno en Italia (y por lo tanto en Europa), que tuvo lugar en La Scala de Milán el 8 de febrero de 1872, y en el que se implicó intensamente en cada etapa, como su estreno real. La Amneris de Milán, Maria Waldmann, fue su favorita en el papel y le pidió que lo repitiera varias veces.
Aida fue recibida con gran entusiasmo en su estreno milanés. La ópera pronto se representó en los principales teatros de ópera por toda Italia