martes, 4 de octubre de 2011
Lohengrin de Wagner en el Teatro Colón
Imponente puesta de la ópera de Richard Wagner en el Teatro Colón. Lohengrin es el sexto título de la presente temporada lírica en el máximo coliseo de este lado del mundo y como tal no pasó en absoluto desapercibido. Puede ser por su director de escena, Roberto Oswald, quién sorprendió con una cuidada creación llena de simbolismos y una colosal presencia de la iluminación. O por una Orquesta que sonó de manera ajustada de principio a fin en manos del director Ira Levin, logrando por momentos un juego de sonidos en el que los músicos se mudaron, cada vez que fue necesario, del foso a detrás de escena o a los palcos. Brillante creación de Levin con sus músicos para un Lohengrin que dejó mucho más de lo hasta acá expuesto.
El barítono James Johnson fue, por confirmadas percepciones, el mejor intérprete de este “Lohengrin” que tuvo en general varios desaciertos en la interpretación de sus voces. Johnson llevó adelante el personaje de Friedrich de Telramund, un ser noble y honesto que a la sombra de su esposa queda inmerso en la desgracia, la mentira y la deshonra. El “Telramund” de Johnson es brillante, una voz impecable con una emisión importante y sin altibajos. Es que Johnson es un experimentado intérprete que deslumbra desde hace años en las principales salas líricas del mundo. Un gran cantante y actor, el resultado es claro: un vasto artista profesional dentro de un mundo donde la perfección es el objetivo. Johnson fue la estrella de este “Lohenhgrin” que deja claras deudas en el rol de los cantantes si tenemos en cuenta que Friedrich de Telramund es el tercer papel en orden de prioridad de la obra.
La mezzosoprano Janina Baechle en la piel de Ortrude, esposa de Telramund, llevó adelante su interpretación con deslealtades en la emisión de su voz, cuenta con un buen timbre y volumen considerable pero su tesitura no es estable y a raíz de esto su interpretación fue incontrolable y poco armoniosa. Su caracterización de la hechicera es muy buena pero no fue suficiente en un espacio en el que por sobre todo importa el canto. Una vez finalizada la obra Janina Baechle no salió al escenario a saludar dejándonos a los presentes la inquietud de “por qué”, si fue por algún motivo personal o para evitar el abucheo del público. Si fuera por esta rechazable práctica pregunto: ¿Quién está en condiciones de abuchear a alguien? Existen ovaciones, aplausos e indiferencia a la hora de premiar a un artista, pero abuchear es como mínimo un signo de mala educación. Dicha devolución no debería existir en un contexto infinitamente valioso como el del arte.
Continuando con los intérpretes de la ópera es justo destacar a un “tímido” Richard Crawley que fue fortaleciendo su presencia vocal a medida que se sucedían los actos. Crawley, quien carece de un volumen considerable, fue de menor a mayor dejándonos muy complacidos con su interpretación de “Lohengrin” que mereció una importante ovación en el final. Su voz, de buen timbre y vibrato igualado en el tercer acto, fue una demostración de importante madurez vocal. Por su parte la soprano danesa Ann Petersen cumplió de muy buena manera el rol de Elsa de Brabante por poseer una importante voz aunque lamentablemente no se conjuga con una buena y constante emisión. Debo decir que su caracterización de Elsa de Brabante me hacía ver en escena a la grandiosa Joan Sutherland ya que su parecido físico era notable. Por momentos me dejaba llevar por su voz y su imagen y era como estar asistiendo a la increíble presencia de la tan recordada diva.
Lohengrin narra la historia de un caballero del Grial e hijo de Parzival que viaja al reino de Brabante a orillas del Escalda, reino de Heinrich I, para defender a la princesa Elsa quien fue acusada por la hechicera Ortrud y su marido Telramund de un crimen que no cometió. Estos personajes protagonizan la historia de Lohengrin de Wagner. El papel de Heinrich I lo llevó adelante el bajo Kurt Rydl quién descolló en su interpretación. Su voz flexible de bajo ligero le da brillo a un personaje justo y noble.
Hay que destacar de la obra en general al dúo de Ortrude y Telramund en el comienzo del segundo acto “Erhebe dich, Genossin meiner Schmach!”, donde el barítono James Johnson y la mezzosoprano Janina Baechle se lucen en un contexto oscuro y perverso muy bien delineado por Roberto Oswald. También es de destacar el dúo de Elsa con Lohengrin del tercer acto “Atmest du nicht mir die süssen Düfte”, con brillantes exposiciones del tenor Richard Crawley y la soprano danesa Ann Petersen. Una mención especial merecen los fragmentos corales, muy presentes en esta obra y a los que Wagner les da un carácter de jurado constante de la acción, de lo que sucede en escena, haciéndolos partícipes de las decisiones. El Coro Estable del Teatro Colón bajo la dirección del maestro Peter Burian no dejo lugar a dudas, fue una eximia e imponente presencia vocal!
Decía que Lohengrin en el teatro Colón no pasó para nada desapercibido y como principal motivo mencioné la puesta en escena de Roberto Oswald. El experimentado reggie quiso con esta nueva puesta de Lohengrin (quinta en su haber de esta obra) llevar a escena una propuesta basada en los símbolos de Lohengrin y su leyenda. Una puesta sencilla que nos da espacio para crear nuestra propia idea de la leyenda del caballero del Grial. “Una presentación minimalista” según su autor que para mí dejó mucho más que el simbolismo y el surrealismo de la idea, dejó la firme sensación de que Lohengrin puede vivir en algún lugar al que todos podemos acceder y a su vez dejarnos llevar al surrealismo de un ser de luz que asiste a la humanidad en pos de un mundo mejor hasta que la realidad se encarga de despedirlo con su crudeza y sádica visión de lo palpable. Nada existe si no lo vemos.
Lohengrin de Wagner fue el sexto título de la presente temporada del Teatro Colón y no pasó desapercibido, tuvo momentos muy buenos y otros no tanto… ¿Acaso no se trata de una obra de Wagner? Un compositor y hombre que nunca resultó inadvertido en vida y no solo por ser un genio de la música. Después de todo, de eso se trata la existencia.
Fuente: Alejandro Villarreal – Director de hagaselamusica.com
lunes, 19 de septiembre de 2011
Suor Angelica y Pagliacci
Puccini y Leoncavallo, reunidos por Buenos Aires Lírica
Concierto : Suor Angelica, de Puccini, y Pagliacci, de Leoncavallo. Elenco : Florencia Fabris (Suor Angelica y Nedda), Elisabeth Canis (la tía princesa), Luis Lima (Canio), Omar Carrión (Tonio), Ernesto Bauer (Silvio), Fermín Prieto (Beppe) y elenco. Xregie : Mario Perusso XXDirección. Dirección : Carlos Vieu. Temporada : Buenos Aires Lirica. Sala : Teatro Avenida
Nuestra opinión: buena
Nuestra opinión: buena
Hace cuatro años, Buenos Aires Lírica cerró su temporada con El tríptico de Puccini reducido, en aquella oportunidad, a dos óperas, sin Suor Angelica . Tal vez por aquella decisión, lícita en sí misma, por supuesto, sea que se optó, en esta ocasión, por incorporar a la hermanita olvidada como acompañante de Pagliacci, en lugar de Cavalleria rusticana , su habitual camarada de rutas. El asunto es que las óperas de Mascagni y Leoncavallo, las dos óperas que instalaron el verismo en la historia de la música, se ajustan y complementan a la perfección por cuestiones textuales y contextuales y por andar juntas bajo el mismo paraguas de las propuestas musicales, teatrales y estéticas. La alianza Puccini-Leoncavallo, en este orden, a través de Suor Angelica y Pagliacci , en cambio, no parece ser la mejor combinación. Valiosas las dos y separadas por veinticinco años, no parecen potenciar una a la otra y su reunión, en un único espectáculo, parece asentarse sólo en la relativa brevedad de ambas y en ser cantadas en italiano. Pero si musicalmente están bastante lejos una de la otra -en El tríptico , Puccini sumaba a su gloriosa historia algunos de los nuevos recursos de los años 10, del siglo pasado, y Leoncavallo, por su parte, en 1892, sobre una clara expresividad romántica, no salía de lo habitual, apenas con alguno que otro cromatismo tenuemente intentado-, en sus puestas en escena, tampoco pudo percibirse alguna unidad conceptual que sobrevolara por encima de las dos y que aportara alguna ilación.
Suor Angelica es una ópera de argumento concentrado y su devenir dramático y escénico podría reducirse, sucesivamente, al cuadro colectivo de apertura, los diálogos breves entre las hermanas del convento, el diálogo duro de Suor Angelica y su tía, el lamento de la protagonista y, por último, el desenlace. La acción transcurre dentro de una escenografía tradicional, con una iluminación cuanto menos extraña, con zonas de oscuridad o de escasa claridad, sin marcaciones actorales que puedan percibirse como destacadas y con la presencia ocasional de caminantes que, simbolismo de escaso atractivo visual, tal vez representen ese mundo exterior al cual Suor Angelica no deja de recordar. Pero, además, tampoco hubo una realización musical esplendorosa. Florencia Fabris es una muy buena cantante cuando se pasea por los agudos pero careció de mayor densidad en los graves. Y este papel exige una soprano que pueda asentarse con firmeza en sus bajos. Elisabeth Canis exhibió su buen canto pero, teatralmente, se mostró exageradamente dura y monocorde en su papel de mujer desamorada.
En la segunda parte, todo cambió, sencillamente, porque Luis Lima entró en el escenario y aún cuando pudiera suponerse que ya está en su ocaso -tan sólo por cuestiones de edad-, su presencia, vocal y actoral, quizá contraproducentemente, sirvió para demostrar qué distancia hay entre un cantante de excelencia y otros que no avanzaron mucho más allá de una muy loable corrección. No hay reparos, por cierto, hacia Fabris, Omar Carrión, Ernesto Bauer y Fermín Prieto, pero, efectivamente, el gran tenor cordobés, que, créase o no, debutaba en el papel de Canio, juega en las grandes ligas y, concretamente, se siente. Fue interesante la idea de Perusso de transformar a la ópera en una película cuyos títulos fueron proyectados en el Prólogo y su traslación de un pueblo a una pequeña ciudad de los años 20. Muy apropiada fue la dirección de Carlos Vieu y todo transcurrió por los senderos de la corrección. Salvo cuando Luis Lima nos transportaba a otra dimensión. Y si Messi, en soledad, no logra que la selección juegue como el Barcelona, Lima tampoco pudo, aún con su inmensa capacidad, hacer que esta función se acercara al Metropolitan..
martes, 16 de agosto de 2011
“Simon Boccanegra” en el Teatro Colón, una memorable velada de ópera
José Cura: La ópera es lo más parecido a los toros que existe
Juan Diego Flórez y Diana Damrau se lucieron con “Le Comte Ory”
José Carreras vuelve a la Argentina y actuará en el Orfeo de Córdoba
miércoles, 15 de junio de 2011
martes, 26 de abril de 2011
LA BOHEME 28 DE ABRIL EN VICENTE LOPEZ
La versión que proyectaremos en esta oportunidad es protagonizada por Ana Netrebko y Rolando Villazón, acompañados por George Von Bergen (Marcello), Adrian Eröd (Schaunard), Vitalij Kowaijov ( Colline) y Nicole Cabell (Musetta), fue filmada por Robert Dornhelm en estudios especialmente preparados para su realización en Viena , narra de una manera excepcional la historia de estos jóvenes que intentan triunfar en el mundo artístico de París y ven la vida como un juego en el cual la miseria resulta pintoresca. Llega la enfermedad, la muerte, y abruptamente desaparece ese momento divertido y lo que sigue es la responsabilidad, la toma de conciencia del fin de una etapa . No encontramos en esta ópera ni la exaltación del amor sublime de la fábula romántica ni una incursión en el sórdido y cruel ambiente de una obra puramente verista. Un sutil romanticismo se revela en un ámbito que no tiene nada de romántico, poblado de modistas, costureras, artistas que viven sus privaciones con entusiasmo y buen humor, en una apasionada combinación de drama y comedia , donde se mezclan la algarabía de la fiesta en el Barrio Latino, con un París cubierto de nieve y la felicidad de los jóvenes bohemios
La obra se estrenó en Teatro Real de Turín el 1º de febrero de 1896 con un éxito apenas circunstancial, a pesar de que el editor Ricordi impusiera como director al joven Arturo Toscanini , quien estudió muy a fondo la partitura. Pero el público esperaba una música de inspiración wagneriana o bien una obra verista ; Puccini no tenía nada que ver con ninguna de estas escuelas. Tal vez el frío recibimiento se debiera al flojo elenco del debut, pero el 13 de abril se presentó en el Teatro Massimo de Palermo y los 3000 espectadores aclamaron la obra aplaudiendo y exigiendo la repetición del final aún cuando los cantantes ya se habían cambiado de ropa. Apenas 2 meses después , el 16 de junio de 1896, fue estrenada en Buenos Aires, y desde entonces triunfa en todos los teatros del mundo .
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