Desde hace más de un año la ópera “Simon Boccanegra” de Giuseppe Verdi recuperó gran relevancia mundial gracias a que Plácido Domingo se puso en la piel del corsario devenido en Dux de Génova. Está claro que el hecho de que Domingo asuma un rol es relevante, pero más aún lo es si ese personaje no pertenece a su registro vocal. El gran tenor se volvió barítono y recorrió los escenarios más importantes con esta “novedad”. Más allá de si Domingo pasó bien o no la proeza de cambiar su registro por esta ópera (luego lo hizo de manera olvidable con “Rigoletto”) lo que en este caso nos atrajo fue el barítono argentino que llevó adelante en la noche del viernes 29 de julio en el Teatro Colón, un Simon Boccanegra brillante, con voz sensible y segura. Omar Carrión paseó la figura del corsario genovés en las tablas del histórico teatro de manera memorable.
La presentación de “Simon Boccanegra” de Giuseppe Verdi en el Teatro Colón fue una verdadera clase de cómo se produce una ópera, “una puesta sin tiempo”. En épocas en las que el género se ve expuesto a grandes aggiornamientos que tienen que ver con lograr mantenerlo vivo en un presente muy competitivo, la puesta en escena de José María Condemi, el diseño de Cameron Anderson y la iluminación de Roberto Traferri fue un verdadero viaje sin tiempo. Por momentos me imagine sentado en ese mismo asiento de la fila 13 pero 80 años atrás y podía jugar a recorrer cualquier año pasado que la puesta hubiese sido la misma. Sentí orgullo y placer de estar asistiendo a una velada de ópera pura y plena, tradicional, con un elenco también sin tiempo y en un coloso donde la historia siempre está presente.
Un elenco importante para una ópera excelente, Verdi logra en su madurez llevar adelante de manera perfecta la refundación de “Simon Boccanegra”. La ubica dentro de las óperas serias y maduras junto a “Don Carlo”, “Otello” y “Falstaff”. Boccanegra es un personaje formidable, un corsario que mata solo dentro del contexto de una batalla, que ama y sueña, perdona y reflexiona. Boccanegra no es más que un hombre que está dispuesto a morir por amor y que sin quererlo llega a ser Dux de Génova justo en el momento en el que quiere ir tras los pasos de su amada muerta. “El quiere una tumba y recibe un trono”.
Simon Boccanegra fue interpretado por grandes barítonos, en el mismo Teatro Colón el gran José Van Dam lo hizo en el año 1995. En la historia mundial recordamos a Tito Gobbi, Lawrence Tibbett, Leonard Warren, Piero Cappuccilli y Sherril Milnes. Éste último, gran barítono estadounidense, lo interpretó en el año 1984 en el Met de manera brillante y mi referencia a esta actuación no es casual. Vi y sentí en Omar Carrión muchas similitudes con Milnes, y más allá de su parecido físico (y de haber tomado clases y cantado junto a él), su voz es digna de resaltar. Carrión es un barítono reconocido y que ha interpretado gran variedad de personajes en su registro por el mundo. Su interpretación de Boccanegra fue realmente importante, su caudal de voz se suma a una gran técnica y una fina vena actoral que le permite ser creíble en cada faceta del personaje. Con Carrión, “Boccanegra” toma vida de manera inolvidable. Bravo por Omar Carrión!
Debo aclarar que el elenco del día 29 de julio era el elenco “secundario” de esta puesta del Teatro Colón, pero de secundario nada tenía. La soprano Virginia Wagner interpretó a María Boccanegra de forma excelente, llegando a puntos muy altos en el dúo junto a Carrión cuando el Dux descubre que Amelia Grimaldi es en realidad su hija María. Gustavo López Manzitti llevo adelante un impecable Gabriele Adorno, es que Manzitti es un gran tenor con presencia escénica y un potente caudal de voz (lamentablemente esto último no siempre va de la mano del lirismo que uno busca en un tenor, el caudal juega de manera peligrosa entre los registros más altos y más bajos pero tratándose del tipo de tenor de Verdi donde el tratamiento de las voces ya no sigue el sencillo principio del bel canto, sino que se profundiza hasta convertirse en una verdadera descripción del alma, Manzitti cumple con creces su actuación). Las voces más oscuras fueron impecables, en primer lugar el bajo venezolano Ernesto Morillo Hoyt intrepretó a un Jacopo Fiesco sin fisuras, con gran versatilidad y manejo en los tonos más bajos. Por su parte el joven bajo-barítono Emiliano Bulacios impactó con una voz fuerte y plena, su Paolo Albiani fue correcto.
La orquesta sonó de principio a fin de manera ajustada, con esta ópera Verdi ha reservado para la orquesta un espacio que no posee ninguna obra italiana de la época y la música siempre tuvo presencia en escena de la mano del maestro Carlos Vieu. El Coro del Teatro Colón es brillante, bajo la dirección de Peter Burian las voces en masa más lejanas y cercanas fueron impactantes, en escena y fuera el coro sonó unánime.
Verdi ha creado con “Simon Boccanegra” una de sus óperas más espléndidas. La melodía fluye con perfecta regularidad desde la primera hasta la última escena; ya no se divide en “números” separados, como sucede en “Rigoletto” e “Il trovatore”, sino que liga cada cuadro formando una unidad completa. “Simon Boccanegra” en el Teatro Colón fue una conexión histórica, una memorable velada de ópera donde la estrella fue el conjunto de voluntades profesionales de la música. Bravo!
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